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HISTORIA DE LA COOPERATIVA

Covibar es una cooperativa de viviendas que nació siendo una gran utopía y hoy es una realidad única, principalmente por su dimensión y concepto urbanístico, por su modelo de gestión y por su proyecto social. Además tiene el orgullo de haber contribuido, como una de las pioneras desde principios de los años 80, al crecimiento y desarrollo exponencial de Rivas Vaciamadrid. Por todas estas razones, entre otras muchas, Covibar tiene entidad de barrio dentro de Rivas, con unas señas de identidad propias, como son el espíritu de convivencia, reivindicativo y de solidaridad de sus vecinos y vecinas.

 

A pesar de que la construcción de las 4.500 viviendas finalizó en el año 1994, la Cooperativa no se disolvió y a partir de ese momento se puso en funcionamiento un ambicioso proyecto social centrado en fomentar la cultura, el deporte y el ocio de los socios de la cooperativa y de todos los ripenses, junto con la conservación y mejora del patrimonio cooperativo.

 

El desarrollo de este proyecto social fue y sigue siendo posible gracias al modelo de gestión aplicado en Covibar, del que no existen ejemplos comparables. Éste modelo permite la autofinanciación necesaria para desarrollar el proyecto, gracias a los rendimientos económicos del patrimonio cooperativo, que se reinvierten en el bienestar de los socios, con contribución también al de los ripenses.

 

En la actualidad Covibar se presenta como un proyecto cooperativo sin ánimo de lucro muy especial, que no pone límites a su dimensión para, desde nuestro entorno más cercano en Rivas Vaciamadrid, contribuir a la mejora de la sociedad. Por ello, a pesar del paso de los años, por su evolución y adaptación a los tiempos, sigue teniendo sentido y vigencia en la actualidad, y está preparada para continuar con fuerza en el futuro, para seguir demostrando que las utopías si tienen sentido.

 

Rivas Vaciamadrid es en la actualidad un ejemplo de ciudad a nivel español y europeo, por su increíble desarrollo y crecimiento sostenible en las últimas tres décadas. Al analizar las causas y los protagonistas de esta evolución, nos encontramos irremediablemente con la Cooperativa Covibar.

 

La Cooperativa Obrera de Viviendas Baratas nació oficialmente en abril de 1978, aunque sus orígenes son muy anteriores. Los grandes utópicos de la Historia como Tomás Moro, Tommasso Capanella y los socialistas utópicos del siglo XIX, Saint-Simón, Cabet, Owen y Fourier, reflexionaron y elaboraron teorías sobre sistemas de organización social y espacios residenciales, donde las personas pudieran realizarse y vivir siendo felices. Charles Fourier ideó los falansterios, espacios residenciales en los que los individuos dispondrían de habitación, trabajo, alimento y diversiones, y donde la mayoría de los servicios serían colectivos, mediante una forma jurídica de sociedad por acciones, en la que cada uno de los habitantes poseería al menos una de ellas, de tal forma que todos se sintieran propietarios.

 

Todas estas ideas utópicas fueron los grandes referentes para Armando Rodríguez Vallina, un asturiano exilado en Francia durante la dictadura. En el país vecino Armando se licenció en Economía y Urbanismo en la Universidad de la Sorbona y en la de París VIII, y posteriormente comenzó su carrera profesional como docente universitario.

 

Sin embargo con la muerte del dictador Franco, y la vuelta de las libertades y la democracia a nuestro país, Armando cumplió su gran deseo de regresar a España y poner en marcha en Madrid su sueño de crear una ciudad en régimen cooperativo donde los propietarios fueran los propios protagonistas de su progreso personal y colectivo. Armando eligió Madrid para desarrollar su proyecto, porque se trataba de la región española con mayor crecimiento demográfico y urbanístico. Sin embargo este crecimiento no era ordenado ni sostenible, pues presentaba escasez de casas, cada vez más caras, transportes mal adaptados a la estructura urbana, equipamientos insuficientes y el medio ambiente cada vez más degradado. Todo ello se puede resumir en la idea de un gigantismo urbano muy lejos de la proporción humana.

 

Corría el año 1978 y Armando tenía muy definido su proyecto: construir una cooperativa de viviendas, que debía ser fuerte, con una capacidad de construcción importante, y cuyo número de viviendas debería estar en torno a las 5.000.  De esa manera, la cooperativa subsistiría en el tiempo y no desaparecería en el momento de entrega de todas las viviendas, sino que continuaría existiendo para garantizar el bienestar de los socios. También era necesario que a medida que se fuesen entregando las viviendas se construyesen equipamientos culturales, comerciales, de ocio y deportivos, zonas verdes,  con el objetivo de dar vida a la Cooperativa.

 

Debido a la magnitud del proyecto en cuanto a número de viviendas y equipamientos, junto con el tipo de público al que iba dirigido, que no era otro que el de trabajadores sin un alto poder adquisitivo con dificultades para comprar una vivienda, se requería de una gran extensión de terreno con un precio bajo, en una zona con un plan parcial aprobado. Armando Rodríguez Vallina encontró la parcela necesaria de 900.000 m2 en el municipio de Rivas Vaciamadrid, situado en la Carretera de Valencia, a 15 kilómetros de la Puerta del Sol, y a 5 km del pueblo que en aquel momento contaba con 500 vecinos. El precio de la misma fue de 750 millones de pesetas que se fueron pagando al propietario de los terrenos según se iban apuntando los socios a la Cooperativa. Se trataba de una zona desértica y degradada, junto a lo que había sido el vertedero de Madrid, sin ningún tipo de infraestructura como por ejemplo una autovía. Por ello fue difícil convencer al Canal de Isabel II, Unión Fenosa, Gas Madrid o Telefónica, para que llevaran a aquel erial sus servicios, donde se levantaría una ciudad de cerca de 5.000 viviendas.

 

A partir de 1978, año de creación de la Cooperativa, se abrió la inscripción para socios. Para la captación de los mismos se realizó una campaña de publicidad en prensa y radio, junto con la entrega de trípticos en los locales de Comisiones Obreras, cuyo eslogan era “La vivienda que te harías con tus manos”. La campaña tuvo mucho éxito, y un gran número de madrileños comenzaron a interesarse por aquel proyecto y por conocer más información. Se organizaban reuniones con los interesados, para informarles de aquel proyecto utópico de ciudad hecha a la medida humana, en la que sería posible vivir rodeados de naturaleza, trabajar, interrelacionarse con los vecinos, participar, y donde todos serían propietarios. Si bien eran ideales inalcanzables en aquel momento, que levantaban cierto recelo entre el público por utópicos, pronto calaron entre multitud de futuros socios, que veían reflejado en aquel proyecto los ideales y los sueños que recorrían nuestro país en aquellos días.

 

Desde aquel momento las ideas, el proyecto, llegaron a multitud de personas y dejaron de ser solo patrimonio de Armando Rodríguez Vallina. Toda esa gente comenzó a participar activamente en la captación de nuevos socios, elaboración y desarrollo del proyecto, mostrando una implicación y un compromiso que llega hasta nuestros días. El concepto de que en Covibar no solo se compraba una casa, sino que se participaba en un modelo de convivencia autogestionado y autosuficiente, cada vez calaba en más personas, unidas por unas ilusiones y una forma común de entender el mundo.

 

Todo esto tuvo como consecuencia que las previsiones sobre el número de inscripciones de socios de la Cooperativa se vieran altamente superadas desde un primer momento, hasta conseguir los 4.500 socios que contemplaba el proyecto, en 1990. La idea de que Covibar  iba a ser una ciudad de alrededor de 18.000 habitantes, construida entre todos,  se hacía realidad. El 20 de agosto de 1980 comenzaban las obras de Covibar por parte de la constructora Ferrovial, finalizando la construcción de las viviendas y los locales comerciales en 1994. Durante todo este tiempo, las 4.500 viviendas fueron entregándose en sucesivas fases (12 manzanas) desde inicios de los años 80, junto con la dotación de servicios necesaria: colegio, guardería, tiendas, economato, centro de salud, piscinas de verano y zona deportiva, etc. De tal forma que el barrio se desarrollaba  a la medida de los nuevos habitantes que iban llegando.

 

A partir de aquel momento, y en especial del año 1995, comenzó una segunda etapa en Covibar por la que se distingue a este proyecto. Con la entrega de las últimas viviendas no se disolvió la Cooperativa, sino que se inició el desarrollo del proyecto social de la misma. La primera etapa había permitido preparar las condiciones para que Covibar siguiera subsistiendo indefinidamente, ya que el proyecto social no tiene límites en el tiempo. Ello es posible gracias a un eficiente sistema de gestión del patrimonio cooperativo que permite a la Cooperativa autofinanciarse. Dicho de otro modo, los locales comerciales y de negocios existentes en la urbanización y que suponen una extensión de cerca de 30.000 m2, pertenecen a Covibar, por lo que el alquiler de los mismos por parte de terceros generan los rendimientos económicos necesarios para revertir en el bienestar de todos los socios, a través del proyecto social.

 

Este hecho junto con la creación y consolidación, en esta segunda etapa de la Cooperativa, de una operativa estructura de trabajo vertebrada en tres grandes comisiones como son: Cultura, Deportes y Ocio, y Patrimonio, para el desarrollo del proyecto social, hacen de Covibar una utopía hecha realidad que supone todo un ejemplo y referente de urbanidad, modelo cívico y de convivencia.

           

En la actualidad, la Cooperativa sigue desarrollando un proyecto social cada vez más ambicioso, el patrimonio cooperativo continúa mejorando y creciendo, y los socios siguen siendo los únicos propietarios y eligen democráticamente el gobierno de la cooperativa, ejercido por el Consejo Rector formado por socios. Además, la labor social de Covibar no sólo está al servicio de sus socios, sino también de todos los ripenses. El fomento de la cultura, el deporte, el ocio, el desarrollo comercial y empresarial, o también la ayuda a los jóvenes para el acceso a la vivienda, son claros ejemplos de que Covibar no se detiene en su loable misión de contribución al bienestar de las personas y para conseguir una sociedad mejor.

 

La presidencia la ostenta José Jorge García Machón, y la vicepresidencia, Juan Carlos Iglesias.                                                                                                                                                                              

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